Zoológicos, circos y antropocentrismo.

jaula zoologico

 

Desde los orígenes de la humanidad, independiente de la concepción que tengamos sobre estos, es más que evidente la necesidad y el deseo del hombre por controlar la naturaleza y los animales en su favor y con un marcado acento narcisista. Solo basta revisar la gran mayoría de las perspectivas religiosas que lo consideran como el administrador del reino animal y de todo lo que se encuentra en el mundo, bajo el argumento en muchas de estas visiones religiosas que lo etiquetan como un ser cuyo origen está dado por la semejanza con el “Creador”. Esto en cuanto a lo espiritual, pero así mismo, es claro que éste fue imponiéndose sobre las otras especies animales a partir de su progresiva evolución, que lo ha llevado a domesticar a algunas de ellas para su supervivencia y, más aún, a asesinar a otras para vestirse, alimentarse y/o no ser atacado o devorado por estas, en algunos casos y momentos históricos.

Así, a medida que avanzaba este proceso evolutivo, el animal humano comenzó a remarcar cada vez más sus diferencias con las otras especies animales, a partir de la asunción de tener alma… Sí, un alma sagrada y vinculada a su dios. De otro lado, sus crecientes capacidades cognitivas con relación a las otras especies animales lo situaron en la posición ventajosa de convertirse en la especie que captura, domina, doméstica y asesina a las especies inferiores.  Se trata, desde su mirada, del ser pensante e inteligente por excelencia y, por ello, quien debe ser el único dominador absoluto sobre la faz de la Tierra, lo que ha derivado en una serie de situaciones, condiciones y actividades que han reafirmado histórica y egocéntricamente dicha concepción.

Una de esas situaciones son los Zoológicos, instaurados bajo la excusa de poner al alcance de todas las personas ciertos animales que para conocerlos habría que emprender largos, extenuantes y costosos viajes. Unos sitios soportados, además, en el supuesto interés de generar su conservación e investigación, pues los zoológicos deben colaborar en diversos estudios científicos que ayuden a aumentar los conocimientos en torno a las especies, así como en programas de educación y divulgación asociados, por ejemplo, a problemáticas tan graves como la extinción, para pensar en posibles soluciones que parten siempre de estrategias educativas de índole ambiental. Sin embargo, escudados bajo estos supuestos beneficios formativos, educativos, investigativos y de conservación de las especies, el animal humano no ha tenido en consideración la afectación que genera en esos otros animales el arrebatarlos de su hábitat natural, el sufrimiento generado por el desarraigo y la obligatoriedad impuesta de adaptarse a su condición actual en unos espacios muy poco propicios para su supervivencia. Todo ello, sin contar, además, con que su creación ha nutrido en cierta medida el comercio ilegal que ha cobrado la vida de miles (por no decir millones) de animales, dado que en algunas ocasiones esos ejemplares que solemos ver en los zoológicos, tanto públicos como privados, por asuntos de costos y permisos legales, han sido adquiridos a través de un mercado clandestino que ha reportado grandes utilidades para algunas personas; y claro, tortura y padecimiento para los animales capturados y, en algunos casos, no pocos, la muerte de sus padres.

 

Pero al parecer, solo importa el animal humano, el famoso homo sapiens sapiens[1], que no ceja un minuto en su esfuerzo por evidenciar la necesidad de ostentar su dominio sobre todos los animales y la naturaleza, dadas su capacidades para mantenerlos encerrados y/o enjaulados.  Una actividad que al final del balance solo reporta un lucro específico para unos cuántos fundamentados supuestamente en las bondades de la educación, la conservación y la investigación, que paradójicamente riñen por esencia con el divertimento de los animales humanos que mueve a estos espacios.

Por otro lado, y como forma de expresar aún más su capacidad de dominio sobre los animales, la especie humana fomentó la ridiculización y humillación de sus hermanos “inferiores” a través de su empleo en los “Circos”[2]; unos sitios que en un principio estuvieron destinados a la demostración de la fuerza y las habilidades de algunos humanos, pero que poco a poco fueron mutando en la exhibición para generar admiración y sorpresa entre los hombres al observar “bestias” imponentes del mundo salvaje y natural, así como de otras más pequeñas y graciosas, pero todas sometidas bajo las órdenes del animal humano, que bajo la supuesta capacidad que tiene de controlarlas satisface una vez más sus pretensiones narcisistas, a partir de tales expresiones de poder sobre los otros animales.

Lo más grave del caso es que tal dominación se lleva a cabo a través del miedo, la tortura y los tratos indignos que sitúan al animal en una posición sumisa, bajo la necesidad imperativa de no ser lastimado. Esto sin perder de vista que los animales adquiridos por los circos suelen provenir del mercado ilegal, por lo cual su obtención está plagada de persecuciones, más miedo, sangre y muerte. No hay que ser un genio para observar que los animales en los circos se pueden ver como otros esclavos, si miramos más allá de los espectáculos, pues padecen crueles desarraigos de sus hábitats naturales al permanecer en lugares que los ponen en condición de prisioneros.

Así, pues, es más que evidente en todas estas consideraciones que aquello que ha primado es el beneficio que la humanidad, los animales humanos, han obtenido de las otras especies animales bajo el afán ególatra de transformar todo en una demostración antropocentrista, sin tener en cuenta para nada las dificultades, padecimientos, torturas, sufrimientos y muertes a las que han sido sometidos muchas de esas especies. Pero, obviamente, esto carece de importancia alguna, dado que el ser humano es y siempre ha sido (aunque sea una creencia meramente inconsciente) el centro de la naturaleza, del Universo mismo, y a partir de allí se ha negado a reconocerse como uno más, como una especie perteneciente como tantas otras a La Tierra… un superviviente en el mundo y en el reino animal.

Por

Edwin Alberto Carmona López

Psicólogo U. de A. – Miembro Asociación Defenzoores

[1] Para mí “homo sapiens crūdēlis”

[2] Una sencilla definición. http://es.wikipedia.org/wiki/Circo